Por momentos su relato es desgarrador. En otros, sorprendente. Hay instantes en los que la congoja se apodera de la charla. Y es ahí donde a Lautaro Formica se le pone finita la voz y sus ojos comienzan a brillarle hasta el borde de las lágrimas. Y no es para menos. "Pasé meses muy duros. El pasado martes 23 de abril estaba junto a varios de mis compañeros de Asteras Tripolis disfrutando el día libre en la playa, en Nafplio. De repente, se me dio por ir al agua un rato. Comencé a caminar hacia el mar y decidí tirarme. Pero al zambullirme no me di cuenta de que había un banco de arena, pese a que conozco el lugar porque siempre vamos. Pegué de lleno y ahí nomás me rompí la cervical, el odontoides para ser preciso. Así de simple y de manera boluda, si se quiere, me quebré la segunda vértebra", exclamó el Laucha. "Pero ya fue, me operé y quedé bien. El lunes vuelvo a Grecia y ahí comenzará otra etapa en mi vida. No veo la hora de volver a jugar", añadió el ex defensor de Newell's.
—¿Qué hiciste cuando pegaste en la arena?
—Nada, porque quedé flotando hacia abajo sin poder mover los brazos y piernas. Es más, sinceramente, hasta el día de hoy no sé ni llego a entender cómo es que me di vuelta y pude llegar hasta la orilla.
—¿Tuviste miedo?
—Sí, y mucho. Una cosa es estar tranquilo como lo estaba pero otra, muy diferente, es tener temor de que me suceda algo ahí porque era consciente de todo lo que me estaba pasando.
—¿Qué pensabas en esos segundos eternos?
—En que debía estar tranquilo porque si me desesperaba podía ser peor. Me decía en todo momento, tranquilo que todo va a estar bien. No sé cómo se me ocurrió decir eso, pero era lo que me salió en ese instante. La verdad, y vuelvo a lo de antes, hasta el día de hoy no sé cómo carajo me di vuelta y llegué hasta la orilla.
—¿Creés en Dios?
—Sí. Y viendo ahora esto, no tengo dudas de que el Barba me dio vuelta. Me salvó Dios, es así. Porque ni bien giré pude respirar un poco y ahí empecé a volver a la orilla, pese a que me dolía hasta el alma y me movía con las manos como podía.
—Y a todo esto, ¿tus compañeros qué decían o hacían?
—Al principio no me creían. Ese día estaban el Flaco Bertorini, Juan Pablo Caffa, Pablo De Blasis, Sebastián Setti, el brasileño Hegon y el venezolano Pancho (Francisco Pol). Se ve que pensaron que los estaba cargando porque ya nos estábamos por ir a ver el partido de Barcelona y Bayern Munich, por la semifinales de la Champions que luego ganaron los alemanes. Pero claro, cuando se dieron cuenta de que no estaba jodiendo, se preocuparon de verdad y actuaron.
—¿Y tu esposa, qué decía?
—Se había vuelto al país tres días antes. Me quería morir.
—¿Llegaron rápido al hospital?
—No, ese fue otro tema. No sabíamos dónde estaba. Porque estábamos en un pueblo, no en la ciudad. Por suerte cuando bajábamos la montaña vimos un cadete y el venezolano, que habla bien el griego, le preguntó dónde quedaba el hospital. Y el loco, de buena onda, nos hizo seña con su mano de que lo siguiéramos y nos dejó en la puerta. Ahí nomás me pusieron en una silla de ruedas y me atendieron.
—¿Los médicos qué decían?
—Me puteaban mal porque no podían entender porqué me había tirado al mar a la tardecita. Aunque de ahí me mandaron a otro lugar porque no había un resonador. Y mientras volvíamos en la ambulancia, le digo al venezolano que le preguntara a los choferes de la ambulancia cuánto tiempo podría estar parado por esto. Y uno dice, seis meses como mínimo. Eso sí lo comprendí bien. Ahí nomás me puse a llorar de manera desconsolada. Se me vino todo el mundo abajo.
—¿Pensaste en que no podías volver a jugar?
—Sí, me quería morir. Sobre todo cuando me decían que me había fracturado la vértebra. Es más, me remarcaban que tenía suerte de que podía moverme. Y ni hablar de que estaba vivo. La pasé muy mal.
—¿Tu familia ya estaba al tanto de todo lo que había pasado?
—No, para nada. No tenía fuerza para hablar. Lo único que hice fue llamar a mi esposa y no me salían las palabras. Hasta que pude hacerlo y le expliqué todo. Ahí nomás se puso en campaña y al otro día estaba volando para Grecia junto a mi mamá.
—¿En este lapso regresaste a Grecia?
—Sí, luego de que me operaron, que fue acá en mayo. Fue duro, pero volví en septiembre.
—¿Qué fue lo más duro?
—Y, volver al mar. Tenía como pesadillas todas las noches. Agarraba a mi mujer (Lucía) y la abrazaba fuerte y hablaba. Entonces me dije que así no podía vivir. Fue así que un día volví a la playa y decidí entrar al mar nuevamente. Tenía la necesidad de sacarme ese miedo que tenía y hasta me atormentaba. Por suerte lo superé.
—¿Cómo siguió la historia luego de la cirugía?
—Con rehabilitación. Voy a la pileta de Sportsmen y trabajo junto al kinesiólogo René Girotti. Y, por supuesto, juntando más ganas de volver a jugar al fútbol, ja.
—¿Y ahora?
—Me toca volver a Grecia y espero jugar pronto. No tengo miedo de nada. Deseo llegar y empezar a ponerme en forma nuevamente porque lo mío es el fútbol. Dios quiso que siga, así que lo haré con más fuerzas que antes.
"Reconócelo en todos tus caminos y Él enderezará tus veredas." Proverbios 3:6