Simultáneamente en otra parte de la ciudad jugaban muchachitos de 17 a 19 años y, gracias a Dios, no pasó absolutamente nada.
Parece que algunos perdieron el instinto de conservación por ir detrás de una pelota, porque serían las cuatro de la tarde cuando empezó a oscurecer como si fueran las siete de la tarde y los relámpagos se sucedían uno atrás de otro, sin solución de continuidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario